Juan Manuel Garzón y Nicolás Torre
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Tanto la producción de leche cruda como la de productos lácteos crecen a un ritmo importante este año, frente a una demanda interna que, por el contrario, luce debilitada como consecuencia de dos años de estancamiento económico (2018 y 2019) y una profunda crisis generada por la irrupción del Covid-19 y los efectos negativos derivados de las políticas de aislamiento obligatorias.
Con este panorama local, el mercado externo aparece como una salida clave para canalizar producción que el consumo interno no está en condiciones de absorber y evitar un mayor ajuste de precios domésticos, que tendría consecuencias negativas para la ecuación económica y la situación financiera de muchos establecimientos productivos, tanto del eslabón primario como secundario de la cadena.
Ahora bien, el problema es que la cancha en la que compiten los exportadores argentinos, principalmente en el mercado de leches en polvo, se encuentra desnivelada y con pendiente en contra para los jugadores locales, particularmente cuando se compara con grandes jugadores globales, caso de Nueva Zelanda (NZ), y en el acceso a mercados claves, particularmente China.
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