A este deterioro cuantitativo se suma la expectativa de un cambio cualitativo, con un avance de la presencia del sector público en las decisiones de inversión, sea a través de empresas intervenidas o expropiadas, junto con un mayor direccionamiento de créditos subsidiados fondeados por el Banco Central. En este sentido, la experiencia de las décadas de los 70s y 80s debería ser suficiente antídoto para evitar un escenario de caída abrupta de la productividad del capital. En aquellos años el problema no fue la falta de inversión, sino una asignación inadecuada de los recursos, ya que los proyectos no eran rigurosamente evaluados y los plazos óptimos de ejecución casi nunca se cumplían; las señales de precios (que denotan escasez o abundancia) eran raramente contempladas, la coordinación público-privada e incluso intra-estatal era escasa. Como resultado, se invirtió bastante pero se creció muy poco o se retrocedió, "década perdida" mediante.
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