Por Jorge Vasconcelos
Las empresas que están logrando insertarse en las cadenas de valor de la minería y de la producción no convencional de gas y petróleo de la Argentina tienen una gran ventaja, la de formar parte de mercados que habrán de crecer a un ritmo de dos dígitos por muchos años consecutivos; a cambio de dos desafíos, el de la innovación permanente en el plano tecnológico, y el cuidado del centavo en los costos de producción. Son las consecuencias de estar jugando en un campeonato global, sometidas junto a sus clientes, las grandes compañías energéticas y mineras, a una competencia incesante. No se trata sólo de márgenes de rentabilidad y dividendos, sino también de compensar con una “caja” robusta la desventaja de operar en un país con baja calidad crediticia. El reto de escapar a la “inflación en dólares” en cada presupuesto que confeccionen es doble, ya que el plan de estabilización en curso apela al “ancla cambiaria”, y el gobierno no encuentra motivos para modificar esta política.
La obsesión por mantener a raya los costos se puede apreciar en los balances de las compañías energéticas y, en el caso de la minería del litio, puede deducirse del hecho que los precios internacionales han caído a una quinta parte desde el pico de 2022.
Dos compañías que operan en Vaca Muerta muestran costos de extracción por barril equivalente (boe) que caen casi a la mitad, partiendo de niveles de entre 9,1 y 9,8 dólares en 2019. Desde 2021 se tienen también los datos de YPF (en este caso, los focalizados en el no convencional) y, para el tercer trimestre de 2024, las tres firmas comunican costos muy competitivos, de entre 4,6 y 6,0 dólares por barril. Lo interesante es que esta caída tendencial de costos, reflejando la trayectoria de la llamada “curva de aprendizaje”, se ha dado en un proceso de continua incorporación de proveedores nacionales de equipos, partes y servicios, de acuerdo a diferentes fuentes empresarias. Máquinas y servicios importados se utilizan ahora sólo en ítems en los que la tecnología local no ha alcanzado desarrollo suficiente, representando una fracción (entre el 15 % y el 20 %) del total de los costos. Es un mix que no se modificaría si la política de desregulación habilitara la posibilidad de importar equipos usados.
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