Aunque con fórceps, las metas acordadas con el FMI se fueron cumpliendo a medida que avanzaban los trimestres de 2022. Ayudó la “suerte” por la fuerte mejora de los precios internacionales de los granos, y también el hecho que los compromisos firmados no habían sido demasiado exigentes. Por caso, se necesitaba recortar el déficit primario del sector público nacional en 0,5 puntos hasta el equivalente a 2,5 % del PIB en 2022, para lo que bastaba con ejecutar un gasto primario del orden del 20,5 % del PIB, todavía 1,7 puntos por encima del nivel pre-covid. Al mismo tiempo, como “premio” se conseguía para la Argentina financiamiento externo neto positivo de parte del FMI, por nada menos que 1,1 % del PIB. Los números para el año entrante, en cambio, son bastante más exigentes. Las proyecciones del staff del FMI confirman que llegó la hora de “acabar con tanta dulzura”: en 2023 la Argentina deberá devolver en términos netos el equivalente a 0,3 % del PIB en las operaciones con esa institución; al tiempo que para llegar a un déficit primario de 1,9 % del PIB, será necesario ajustar el gasto del sector público nacional en 1,8 puntos porcentuales. Un déficit mayor al pautado se enfrentará a la dificultad del financiamiento, por un mercado condicionado por el “día después” del próximo recambio presidencial.
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