Años atrás podría haberse argumentado que al estado le faltaban recursos para que las instituciones funcionen adecuadamente, o que las políticas de distribución del ingreso no tenían suficiente prioridad. Ahora lucen como excusas. Mas bien, el recurrente péndulo argentino ha llevado a una situación en la que el empleo privado de calidad no puede seguir creciendo, por las condiciones macroeconómicas y la elevadísima presión tributaria, al mismo tiempo que la gestión de la gran masa de recursos que maneja el estado expresa problemas de todo tipo: desde la definición de prioridades hasta las disputas entre jurisdicciones, con un sector público nacional que se ha llevado la parte del león, sin que existan mecanismos que aseguren la mejora continua en la calidad de los resultados obtenidos.
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