Este año, con la devaluación del peso de enero y el parate que se observa en sectores como el automotriz, parece recrearse el panorama de cinco años atrás, aunque esta vez por razones estrictamente locales. Justamente, esas son las principales diferencias con 2009, ya que en 2014 vectores externos como el precio de la soja o las importaciones de Brasil estarán en un punto intermedio. No serán tabla de salvación ni tampoco el factor explicativo de los problemas domésticos. Es el mercado interno, este año, el mayor motivo de preocupación. A diferencia de 2009, ahora el sector público no estará en condiciones de hacer política anticíclica, los precios tenderán a ganarle la carrera a los salarios, con efecto negativo sobre el consumo, y el crédito será mucho más restrictivo que en aquella experiencia. En parte, este último factor tiene que ver con la pulseada actual entre el dólar y las tasas de interés, debido a que el tipo de cambio oficial cercano a 8 pesos es entre 15 y 18 % menos competitivo que el nivel promedio de 2009, con una inflación que, al triplicar la de aquel año, erosiona muy rápido la reciente devaluación. Para ponerle un piso a la caída del nivel de actividad, esta vez no podrá recurrirse a más gasto público. Habrá que trabajar en el plano fiscal, monetario y de política de ingresos para que la inflación comience a aquietarse en las próximas semanas y hacer más firme el camino de la normalización financiera. En ese sentido, el nuevo índice de precios, presentado en la última semana, puede ser una buena contribución.
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