Salarios con buen poder adquisitivo en dólares (oficiales) y una canasta de gastos familiares con fuertes subsidios en las tarifas seguramente ayudaron en 2011 a la gran cosecha de votos del oficialismo a nivel nacional. Ahora asistimos a una paradoja: esos beneficios han dejado de dar grandes réditos políticos, como lo mostraron las primarias del domingo pasado, justo cuando tocan techo y comienzan a ser insostenibles. Las restricciones externas y fiscales hacen que aumente el riesgo inflacionario de las estrategias diseñadas para privilegiar el consumo, por falta de financiamiento genuino. A su vez, el tipo de cambio, las tarifas y los combustibles ya no pueden ser el ancla antiinflacionaria del pasado. El gobierno deja que estas variables se deslicen, pero se niega a saltos más pronunciados. Los dirigentes de la oposición, por su lado, comienzan a verse con chances para 2015, por lo que quisieran que la "tarea sucia" la lleve adelante el oficialismo en lo que resta del mandato. Pero esa oposición le habrá de esquivar a la tarea de propiciar medidas de ajuste desde el Congreso. El oficialismo, a su vez, está interesado en postergar todo lo que pueda (y los mercados le dejen) esas correcciones que devuelvan algún equilibrio al funcionamiento de la economía. En ese contexto, es muy difícil que las variables fluyan naturalmente.
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