Hay dos razones para que esto ocurra, una “mala” y otra “buena”. La primera responde a la brutal represión de las variables financieras que caracteriza a esta última etapa de la gestión económica, que adormece las señales de precios que toda economía necesita para funcionar adecuadamente. La segunda tiene que ver con la percepción que el daño será temporal y que comenzará a revertirse después del cambio de gobierno, el 10 de diciembre. Mientras tanto, conviene reparar en que la devaluación del real no es un fenómeno aislado, aunque los problemas propios lo acentúen. Por ende, seguir reprimiendo sus consecuencias puede afectar más a la economía argentina en el corto plazo y agregar algún grado de dificultad al momento en que busque recuperarse el tiempo perdido.
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