Pero, nuevamente, son las consideraciones políticas las que dilatan este tipo de soluciones. En la Argentina, un gobierno que confía poco en los incentivos y demasiado en la capacidad del poder político para disciplinar las inversiones del sector privado, parece prestar cada vez menos atención a los detalles de la gestión, obsesionado por las pulseadas que se anuncian para fin de año. En los tres casos mencionados, sería bueno tener un plan B por si las cosas no salen como los gobiernos esperan.