La caída del PIB no fue tan pronunciada como la del segundo trimestre, porque el "efecto sequía" dejó de incidir y porque el sector externo comenzó a contribuir positivamente sobre el nivel de actividad, con crecimiento de exportaciones y merma de importaciones. En este cuarto trimestre, la contracción crediticia sustituye a la salida de capitales como factor de retracción de inversiones y consumo, potenciada por el impacto de la aceleración inflacionaria sobre el poder adquisitivo de la población. Sin embargo, si esta política fuera exitosa para frenar la inflación, entonces tendría un componente anticíclico, ya que permitiría que, muy lentamente, el consumo pueda comenzar a salir del pozo. Aun así, el 2018 cerraría con una caída del PIB mayor a 2,0 %, y con un cuarto trimestre que duplicaría ese guarismo en la comparación con igual período de 2017. Aunque en distintas variables, institucionales y financieras, pueda reconocerse que octubre ha marcado un punto de inflexión para la crisis, la percepción de que "lo peor ya pasó" tardará en llegar, por los coletazos en el mercado de trabajo y en el cuadro financiero de no pocas empresas, así como por el hecho que subsisten factores de incertidumbre, tanto en el plano local como internacional.
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