En cualquier escenario, es positivo que la Argentina disponga de un régimen cambiario flotante como el actual y que haya cubierto las necesidades financieras de 2016. Pero esto cubre sólo una parte del espectro de la nueva agenda. Habrá que revisar la estrategia de inserción del país en el mundo y acelerar la reconversión del estado, eliminando superposiciones entre jurisdicciones para contribuir a la competitividad, en lugar de reprimirla.
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