Justamente, la percepción por parte de los candidatos de problemas de compleja reversión hace que, muchos de ellos, eludan precisiones para evitar ser emparentados con un eventual ajuste después del 10 de diciembre. Y esto lleva a un círculo vicioso, porque esa nebulosa alimenta especulaciones e incertidumbre. Las elecciones primarias del 9 de agosto pueden ordenar el escenario político pero, cada uno de los resultados posibles, conlleva nuevos desafíos. Por un lado, el poder del gobierno saliente comenzaría rápidamente a eclipsarse y, por el otro, aumentaría proporcionalmente la responsabilidad de los principales candidatos: de ellos dependerá que la transición argentina se parezca al desordenado ajuste brasileño, que afloró luego de una campaña electoral en la que el gobierno de Dilma ignoró los problemas, o que el país se encamine a un escenario mucho más fructífero, como el que comenzó a recorrer México a fin de 2012, cuando un pacto entre los tres principales partidos posibilitó una decena de reformas estructurales, que alcanzaron la educación, la energía y la responsabilidad fiscal, entre otras.
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