Ahora los agentes económicos cargan en su mochila las malas experiencias de los últimos 30 años, que además de aquel shock incluyen la hiperinflación, el congelamiento y la pesificación de los ahorros, el fin de la tablita y de la convertibilidad, la estatización de las AFJP, entre otros. Por lo tanto, los hacedores de política deben tener en cuenta que la velocidad de reacción es infinitamente mayor ahora que en 1975. Cuando aparece la desconfianza, pasa a ser imprescindible una sobredosis de medidas y señales, capaces de demostrar que hubo un punto de inflexión en la crisis, que lo peor quedó atrás. A juzgar por lo ocurrido en la última semana, ese momento aún no llegó.
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