En los últimos 100 años, en el plano económico, tanto el modelo "agroexportador" como el de "sustitución de importaciones", no hicieron más que reforzar la llamada macrocefalia porteña. En cambio, en lo que va del siglo XXI hay dos fenómenos que podrían haber permitido que el interior del país adquiera una fortaleza económica inédita: por un lado, el despegue de países vecinos, con los que muchas regiones tienen conexión directa, caso de Perú (aunque no haya frontera común), Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay y el mismo Brasil. Por otro lado, la revalorización de los productos basados en recursos naturales, desde la minería a la agricultura, que representan una ventaja comparativa de la mayoría de las provincias. En ambos casos, el mejor momento parece haber quedado atrás, pero seguramente la próxima década seguirá ofreciendo oportunidades, por lo que tener un buen balance de lo sucedido ayudará a evitar la repetición de errores.
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